lunes, 14 de diciembre de 2009

Miguel Angel Buonarroti:


Hijo del podestà de Caprese (cerca de Arezzo), ingresó a los trece años en el taller de Ghirlandaio, quien, asombrado de su talento, lo recomendó a Lorenzo el Magnífico. Fue acogido en el palacio de los Médicis como si fuera de la familia. A los quince años trabajaba ya con Bertoldo en el casino de San Marcos, museo de antigüedades reunido por los Médicis. Allí esculpió el Combate de los centauros contra los lapitas (Bargello, c. 1490) donde conjuga la masa como jamás Donatello había logrado, y la Virgen de la escalera (1489-1492), relieve de poco realce, en el que la figura de la Virgen aparece como extrañamente conturbada por una trágica visión. Sólo los tres angelotes ponen en esta obra un ligero reflejo del renacimiento toscano. Una expresión tan distinta a la usual era un signo decisivo del genio de Miguel Angel. Muerto Lorenzo el Magnífico marchó a Bolonia, donde terminó algunos trabajos comenzados por Nicollò dell'Arca y estudió la obra de Jacopo della Quercia. De su primera época en Roma data su Baco ebrio (1496-1497): el joven dios levanta una copa en su diestra y adopta una original postura basculante. En la Pietà de San Pedro, asimismo de esta época, logra destacar el desnudo armonioso del Hijo, en el que parece centrarse el ideal clásico a que aspiró el renacimiento a finales del quattrocento, sin olvidar por ello el patetismo, tratado con grandiosidad inigualable, tanto en el conjunto como en el rostro, jovencísimo, de la Virgen. De vuelta a Florencia, con 26 años, esculpió su gigantesco David (1501-1504). Al joven se le sorprende en el momento de mirar fijamente al adversario y medir la acción inminente, en la línea que separa la potencia del acto. El rostro expresa la certidumbre de la victoria sobre todo y sobre todos, el orgullo y la dignidad del hombre. Se logró una de las obras maestras más indiscutibles de todo arte y un símbolo de la nueva juventud del mundo que fue el renacimiento. También realizó las estatuas de los doce apóstoles para la catedral, de las que sólo queda el San Mateo (1503). Del otoño de 1504 a primeros de marzo de 1505, cuando el papa Julio II lo llama a Roma trabajó en un gran empresa que quedó irrealizada: el fresco de la Batalla de Cascina para la Sala del Gran Consejo en el Palacio de la Señoría. En 1503 la Señoría había encargado a Leonardo que pintara la gran sala construida por Cronaca en 1495 para albergar el parlamento de la república savonaroliana. ejecutado en competencia con La batalla de Anghiari. Probablemente dudando de que Leonardo pudiera llevar por sí solo la enorme empresa de decorar la sala.
Los cartones (estudios para el fresco) de ambos maestros fueron pronto divididos y perdidos. Hoy sólo se conserva (Oxford) un fragnento retocado del de Leonardo. En la composición elegida, Miguel Angel se diferencia del estilo de su rival, cuya grandeza reconocía, aunque tal vez de mala gana. Alternando con estas obras Miguel Angel realizó algunos tondi, esculpidos (Madonna Pitti, con influencias de Leonardo), o pintados (Sagrada Familia o tondo Doni, 1506), cuyas figuras, concebidas según un ritmo espiral, poseen un colorido que contribuye al efecto plástico de la obra.
En 1505 fue llamado a Roma por el papa Julio II, quien le encargó la realización de su sepulcro.
El papa hizo que el artista se ocupara de la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina El encargo era pintar en las lunetas las figuras de los doce apóstoles, y en el techo algunas figuras decorativas. Miguel Angel propuso al papa recubrir de pinturas toda la bóveda.
Las escena van surgiendo en la bóveda como visiones celestiales; las figuras de las sibilas, y de los profetas, los asombrosos ignudi, representan la más pura concepción de la técnica dibujística de los florentinos, aliada aquí a la monumentalidad romana: es la culminación del renacimiento y tal vez la más completa expresión del genio de Miguel Angel.
Se acostaba en un alto andamio y la pintura le caía en los ojos. Soportaba las vehemencias de Julio II, amigo pero que se sentía dueño y había llegado a golpearlo con un bastón. A veces le faltaba dinero para continuar y en 1511 tuvo que ir a Bolonia, siguiendo al papa en guerra, para conseguir los fondos que le había asegurado.
La capilla fue descubierta al público el 31 de octubre de 1512 ante la insistencia del papa. Adriano VI, papa desde 1522 a 1523 se propuso hacer destruir los frescos. Había sido preceptor de Carlos V, arzobispo de Tortosa, virrey y gran inquisidor. Ya había hecho cerrar todas las puertas del patio del Belvedere para que nadie pudiese entrar a contemplar las desnudeces de las estatuas antiguas. Hasta 1530, época en que hizo crisis las libertades en Florencia, participó como ingeniero en la fortificación de la ciudad contra las tropas del papa y las del emperador. Derrotada Florencia, los enemigos de la derrotada república quisieron asesinar a Miguel Angel, que huyó a Roma donde fue acogido por Clemente VII y fijó allí definitivamente su residencia (1534). Dominado por su ardiente amistad por T.Cavalieri y por un culto apasionado por la belleza terrestre, compuso arrebatados poemas y dibujos muy cuidados de temas mitológicos (Ganímedes, Faetón).
En 1564 la Congregación del Concilio, con el consentimiento de Pío IV, ordenó que se cubriesen las desnudeces. El trabajo se confió a Daniello de Volterra, y a la muerte de este (1566) fue continuado por Girolano de Fano. Otros recubrimientos se hicieron bajo Sixto V y bajo Clemente XIII. En tiempos de Gregorio XIII y de Clemente VII se pensó en tapar con cal todo el fresco.A partir de 1543 se consagró principalmente a la arquitectura. Sucedió a A.Sangallo en las obras del Vaticano, y proyectó la cúpula, que no terminó, así como en las del palacio Farnesio, donde realizó la atrevida cornisa. El resto de sus construcciones tienden igualmente a manifestar el acento sobrehumano, patético, con que concebía la arquitectura: proyecto de Santa María degli Angeli, en las Termas de Diocleciano; la impresionante Porta Pia (c. 1560); los planos para la urbanización de la plaza del Capitolio. Sus últimas esculturas son tres Pietà en las que el cuerpo que contenía la esperanza de los hombres es retenido en su caída por unas manos amorosas. Esculpidas con sus últimas fuerzas en sus últimos años, en los que pensaba en la muerte más que nunca, son la atormentada manifestación de la oración y de la esperanza de Miguel Angel.
Su amistad con la poetisa Vittoria Colonna, que le inspiró las famosas Rime, iluminó los últimos años de su vida.
Sus funerales se celebraron con gran solemnidad en San Lorenzo y fue enterrado en Santa Croce. Miguel Angel es el maestro de lo sublime, de los efectos grandiosos. Su arte no cesó de enriquecerse, de evolucionar, ganando siempre en vigor patético. Su influencia dominó todo el s. XVI, tanto por la pureza de su clasicismo como por su complejidad formal y espiritual.

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