lunes, 14 de diciembre de 2009

Miguel Angel Buonarroti:


Hijo del podestà de Caprese (cerca de Arezzo), ingresó a los trece años en el taller de Ghirlandaio, quien, asombrado de su talento, lo recomendó a Lorenzo el Magnífico. Fue acogido en el palacio de los Médicis como si fuera de la familia. A los quince años trabajaba ya con Bertoldo en el casino de San Marcos, museo de antigüedades reunido por los Médicis. Allí esculpió el Combate de los centauros contra los lapitas (Bargello, c. 1490) donde conjuga la masa como jamás Donatello había logrado, y la Virgen de la escalera (1489-1492), relieve de poco realce, en el que la figura de la Virgen aparece como extrañamente conturbada por una trágica visión. Sólo los tres angelotes ponen en esta obra un ligero reflejo del renacimiento toscano. Una expresión tan distinta a la usual era un signo decisivo del genio de Miguel Angel. Muerto Lorenzo el Magnífico marchó a Bolonia, donde terminó algunos trabajos comenzados por Nicollò dell'Arca y estudió la obra de Jacopo della Quercia. De su primera época en Roma data su Baco ebrio (1496-1497): el joven dios levanta una copa en su diestra y adopta una original postura basculante. En la Pietà de San Pedro, asimismo de esta época, logra destacar el desnudo armonioso del Hijo, en el que parece centrarse el ideal clásico a que aspiró el renacimiento a finales del quattrocento, sin olvidar por ello el patetismo, tratado con grandiosidad inigualable, tanto en el conjunto como en el rostro, jovencísimo, de la Virgen. De vuelta a Florencia, con 26 años, esculpió su gigantesco David (1501-1504). Al joven se le sorprende en el momento de mirar fijamente al adversario y medir la acción inminente, en la línea que separa la potencia del acto. El rostro expresa la certidumbre de la victoria sobre todo y sobre todos, el orgullo y la dignidad del hombre. Se logró una de las obras maestras más indiscutibles de todo arte y un símbolo de la nueva juventud del mundo que fue el renacimiento. También realizó las estatuas de los doce apóstoles para la catedral, de las que sólo queda el San Mateo (1503). Del otoño de 1504 a primeros de marzo de 1505, cuando el papa Julio II lo llama a Roma trabajó en un gran empresa que quedó irrealizada: el fresco de la Batalla de Cascina para la Sala del Gran Consejo en el Palacio de la Señoría. En 1503 la Señoría había encargado a Leonardo que pintara la gran sala construida por Cronaca en 1495 para albergar el parlamento de la república savonaroliana. ejecutado en competencia con La batalla de Anghiari. Probablemente dudando de que Leonardo pudiera llevar por sí solo la enorme empresa de decorar la sala.
Los cartones (estudios para el fresco) de ambos maestros fueron pronto divididos y perdidos. Hoy sólo se conserva (Oxford) un fragnento retocado del de Leonardo. En la composición elegida, Miguel Angel se diferencia del estilo de su rival, cuya grandeza reconocía, aunque tal vez de mala gana. Alternando con estas obras Miguel Angel realizó algunos tondi, esculpidos (Madonna Pitti, con influencias de Leonardo), o pintados (Sagrada Familia o tondo Doni, 1506), cuyas figuras, concebidas según un ritmo espiral, poseen un colorido que contribuye al efecto plástico de la obra.
En 1505 fue llamado a Roma por el papa Julio II, quien le encargó la realización de su sepulcro.
El papa hizo que el artista se ocupara de la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina El encargo era pintar en las lunetas las figuras de los doce apóstoles, y en el techo algunas figuras decorativas. Miguel Angel propuso al papa recubrir de pinturas toda la bóveda.
Las escena van surgiendo en la bóveda como visiones celestiales; las figuras de las sibilas, y de los profetas, los asombrosos ignudi, representan la más pura concepción de la técnica dibujística de los florentinos, aliada aquí a la monumentalidad romana: es la culminación del renacimiento y tal vez la más completa expresión del genio de Miguel Angel.
Se acostaba en un alto andamio y la pintura le caía en los ojos. Soportaba las vehemencias de Julio II, amigo pero que se sentía dueño y había llegado a golpearlo con un bastón. A veces le faltaba dinero para continuar y en 1511 tuvo que ir a Bolonia, siguiendo al papa en guerra, para conseguir los fondos que le había asegurado.
La capilla fue descubierta al público el 31 de octubre de 1512 ante la insistencia del papa. Adriano VI, papa desde 1522 a 1523 se propuso hacer destruir los frescos. Había sido preceptor de Carlos V, arzobispo de Tortosa, virrey y gran inquisidor. Ya había hecho cerrar todas las puertas del patio del Belvedere para que nadie pudiese entrar a contemplar las desnudeces de las estatuas antiguas. Hasta 1530, época en que hizo crisis las libertades en Florencia, participó como ingeniero en la fortificación de la ciudad contra las tropas del papa y las del emperador. Derrotada Florencia, los enemigos de la derrotada república quisieron asesinar a Miguel Angel, que huyó a Roma donde fue acogido por Clemente VII y fijó allí definitivamente su residencia (1534). Dominado por su ardiente amistad por T.Cavalieri y por un culto apasionado por la belleza terrestre, compuso arrebatados poemas y dibujos muy cuidados de temas mitológicos (Ganímedes, Faetón).
En 1564 la Congregación del Concilio, con el consentimiento de Pío IV, ordenó que se cubriesen las desnudeces. El trabajo se confió a Daniello de Volterra, y a la muerte de este (1566) fue continuado por Girolano de Fano. Otros recubrimientos se hicieron bajo Sixto V y bajo Clemente XIII. En tiempos de Gregorio XIII y de Clemente VII se pensó en tapar con cal todo el fresco.A partir de 1543 se consagró principalmente a la arquitectura. Sucedió a A.Sangallo en las obras del Vaticano, y proyectó la cúpula, que no terminó, así como en las del palacio Farnesio, donde realizó la atrevida cornisa. El resto de sus construcciones tienden igualmente a manifestar el acento sobrehumano, patético, con que concebía la arquitectura: proyecto de Santa María degli Angeli, en las Termas de Diocleciano; la impresionante Porta Pia (c. 1560); los planos para la urbanización de la plaza del Capitolio. Sus últimas esculturas son tres Pietà en las que el cuerpo que contenía la esperanza de los hombres es retenido en su caída por unas manos amorosas. Esculpidas con sus últimas fuerzas en sus últimos años, en los que pensaba en la muerte más que nunca, son la atormentada manifestación de la oración y de la esperanza de Miguel Angel.
Su amistad con la poetisa Vittoria Colonna, que le inspiró las famosas Rime, iluminó los últimos años de su vida.
Sus funerales se celebraron con gran solemnidad en San Lorenzo y fue enterrado en Santa Croce. Miguel Angel es el maestro de lo sublime, de los efectos grandiosos. Su arte no cesó de enriquecerse, de evolucionar, ganando siempre en vigor patético. Su influencia dominó todo el s. XVI, tanto por la pureza de su clasicismo como por su complejidad formal y espiritual.

Nicolás Copernico:


(Torun, actual Polonia, 1473-Frauenburg, id., 1543) Astrónomo polaco. Nacido en el seno de una rica familia de comerciantes, Nicolás Copérnico quedó huérfano a los diez años y se hizo cargo de él su tío materno, canónigo de la catedral de Frauenburg y luego obispo de Warmia.
En 1491 Copérnico ingresó en la Universidad de Cracovia, siguiendo las indicaciones de su tío y tutor. En 1496 pasó a Italia para completar su formación en Bolonia, donde cursó derecho canónico y recibió la influencia del humanismo italiano; el estudio de los clásicos, revivido por este movimiento cultural, resultó más tarde decisivo en la elaboración de la obra astronómica de Copérnico.
No hay constancia, sin embargo, de que por entonces se sintiera especialmente interesado por la astronomía; de hecho, tras estudiar medicina en Padua, Nicolás Copérnico se doctoró en derecho canónico por la Universidad de Ferrara en 1503. Ese mismo año regresó a su país, donde se le había concedido entre tanto una canonjía por influencia de su tío, y se incorporó a la corte episcopal de éste en el castillo de Lidzbark, en calidad de su consejero de confianza.
Fallecido el obispo en 1512, Copérnico fijó su residencia en Frauenburg y se dedicó a la administración de los bienes del cabildo durante el resto de sus días; mantuvo siempre el empleo eclesiástico de canónigo, pero sin recibir las órdenes sagradas. Se interesó por la teoría económica, ocupándose en particular de la reforma monetaria, tema sobre el que publicó un tratado en 1528. Practicó así mismo la medicina, y cultivó sus intereses humanistas.
Hacia 1507, Copérnico elaboró su primera exposición de un sistema astronómico heliocéntrico en el cual la Tierra orbitaba en torno al Sol, en oposición con el tradicional sistema tolemaico, en el que los movimientos de todos los cuerpos celestes tenían como centro nuestro planeta. Una serie limitada de copias manuscritas del esquema circuló entre los estudiosos de la astronomía, y a raíz de ello Copérnico empezó a ser considerado como un astrónomo notable; con todo, sus investigaciones se basaron principalmente en el estudio de los textos y de los datos establecidos por sus predecesores, ya que apenas superan el medio centenar las observaciones de que se tiene constancia que realizó a lo largo de su vida.
En 1513 Copérnico fue invitado a participar en la reforma del calendario juliano, y en 1533 sus enseñanzas fueron expuestas al papa Clemente VII por su secretario; en 1536, el cardenal Schönberg escribió a Copérnico desde Roma urgiéndole a que hiciera públicos sus descubrimientos. Por entonces, él ya había completado la redacción de su gran obra, Sobre las revoluciones de los orbes celestes, un tratado astronómico que defendía la hipótesis heliocéntrica.
El texto se articulaba de acuerdo con el modelo formal del Almagesto de Tolomeo, del que conservó la idea tradicional de un universo finito y esférico, así como el principio de que los movimientos circulares eran los únicos adecuados a la naturaleza de los cuerpos celestes; pero contenía una serie de tesis que entraban en contradicción con la antigua concepción del universo, cuyo centro, para Copérnico, dejaba de ser coincidente con el de la Tierra, así como tampoco existía, en su sistema, un único centro común a todos los movimientos celestes.

Galileo Galilei:


Pisa, actual Italia, 1564-Arcetri, id., 1642) Físico y astrónomo italiano. Fue el primogénito del florentino Vincenzo Galilei, músico por vocación aunque obligado a dedicarse al comercio para sobrevivir. En 1574 la familia se trasladó a Florencia, y Galileo fue enviado un tiempo al monasterio de Santa Maria di Vallombrosa, hasta que, en 1581, su padre lo matriculó como estudiante de medicina en la Universidad de Pisa. Pero en 1585, tras haberse iniciado en las matemáticas fuera de las aulas, abandonó los estudios universitarios sin obtener ningún título, aunque sí había adquirido gusto por la filosofía y la literatura.
En 1589 consiguió una plaza, mal remunerada, en el Estudio de Pisa. Allí escribió un texto sobre el movimiento, que mantuvo inédito, en el cual criticaba los puntos de vista de Aristóteles acerca de la caída libre de los graves y el movimiento de los proyectiles; una tradición apócrifa, pero muy divulgada, le atribuye haber ilustrado sus críticas con una serie de experimentos públicos realizados desde lo alto del Campanile de Pisa.
En 1592 pasó a ocupar una cátedra de matemáticas en Padua e inició un fructífero período de su vida científica: se ocupó de arquitectura militar y de topografía, realizó diversas invenciones mecánicas, reemprendió sus estudios sobre el movimiento y descubrió el isocronismo del péndulo. En 1599 se unió a la joven veneciana Marina Gamba, de quien se separó en 1610 tras haber tenido con ella dos hijas y un hijo.
En julio de 1609 visitó Venecia y tuvo noticia de la fabricación del anteojo, a cuyo perfeccionamiento se dedicó, y con el cual realizó las primeras observaciones de la Luna; descubrió también cuatro satélites de Júpiter y observó las fases de Venus, fenómeno que sólo podía explicarse si se aceptaba la hipótesis heliocéntrica de Copérnico. Galileo publicó sus descubrimientos en un breve texto, El mensajero sideral, que le dio fama en toda Europa y le valió la concesión de una cátedra honoraria en Pisa.
En 1611 viajó a Roma, donde el príncipe Federico Cesi lo hizo primer miembro de la Accademia dei Lincei, fundada por él, y luego patrocinó la publicación (1612) de las observaciones de Galileo sobre las manchas solares. Pero la profesión de copernicanismo contenida en el texto provocó una denuncia ante el Santo Oficio; en 1616, tras la inclusión en el Índice de libros prohibidos de la obra de Copérnico, Galileo fue advertido de que no debía exponer públicamente las tesis condenadas.
Su silencio no se rompió hasta que, en 1623, alentado a raíz de la elección del nuevo papa Urbano VIII, publicó El ensayador, donde expuso sus criterios metodológicos y, en particular, su concepción de las matemáticas como lenguaje de la naturaleza. La benévola acogida del libro por parte del pontífice lo animó a completar la gran obra con la que pretendía poner punto final a la controversia sobre los sistemas astronómicos, y en 1632 apareció, finalmente, su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo; la crítica a la distinción aristotélica entre física terrestre y física celeste, la enunciación del principio de la relatividad del movimiento, así como el argumento del flujo y el reflujo del mar presentado (erróneamente) como prueba del movimiento de la Tierra, hicieron del texto un verdadero manifiesto copernicano.
El Santo Oficio abrió un proceso a Galileo que terminó con su condena a prisión perpetua, pena suavizada al permitírsele que la cumpliera en su villa de Arcetri. Allí transcurrieron los últimos años de su vida, ensombrecidos por la muerte de su hija Virginia, por la ceguera y por una salud cada vez más quebrantada. Consiguió, con todo, acabar la última de sus obras, los Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias, donde, a partir de la discusión sobre la estructura y la resistencia de los materiales, demostró las leyes de caída de los cuerpos en el vacío y elaboró una teoría completa sobre el movimiento de los proyectiles. El análisis galileano del movimiento sentó las bases físicas y matemáticas sobre las que los científicos de la siguiente generación edificaron la mecánica física

domingo, 13 de diciembre de 2009

Leonardo Da Vinci:


Artista, pensador e investigador italiano que, por su insaciable curiosidad y su genio polifacético, representa el modelo más acabado del hombre del Renacimiento (Vinci, Toscana, 1452 - Amboise, Turena, 1519). Leonardo da Vinci era hijo ilegítimo de un abogado florentino, quien no le permitió conocer a su madre, una modesta campesina.
Leonardo se formó como artista en Florencia, en el taller de Andrea Verrochio; pero gran parte de su carrera se desarrolló en otras ciudades italianas como Milán (en donde permaneció entre 1489 y 1499 bajo el mecenazgo del duque Ludovico Sforza, el Moro) o Roma (en donde trabajó para Julio de Médicis). Aunque practicó las tres artes plásticas, no se ha conservado ninguna escultura suya y parece que ninguno de los edificios que diseñó llegó a construirse, por lo que de su obra como escultor y arquitecto sólo quedan indicios en sus notas y bocetos personales.
Es, por tanto, la obra pictórica de Leonardo da Vinci la que le ha hecho destacar como un personaje cumbre en la historia del arte, debido a una veintena de cuadros conservados, entre los cuales destacan La Gioconda o Mona Lisa, La Anunciación, La Virgen de las Rocas, La Santa Cena, La Virgen y Santa Ana, La Adoración de los Magos, el Retrato de Ginebra Benzi. Son composiciones muy estudiadas, basadas en la perfección del dibujo y con un cierto halo de misterio, en las que la gradación del color contribuye a completar el efecto de la perspectiva; en ellas introdujo la técnica del sfumato, que consistía en prescindir de los contornos nítidos de la pintura del «Quattrocento» y difuminar los perfiles envolviendo las figuras en una especie de neblina característica. El propio Leonardo teorizó su concepción del arte pictórico como «imitación de la naturaleza» en un Tratado de pintura que sólo sería publicado en el siglo XVII.
Interesado por todas las ramas del saber y por todos los aspectos de la vida, los apuntes que dejó Leonardo (escritos de derecha a izquierda y salpicados de dibujos) contienen también incursiones en otros terrenos artísticos, como la música (en la que destacó tocando la lira) o la literatura. Según su criterio no debía existir separación entre el arte y la ciencia, como no la hubo en sus investigaciones, dirigidas de forma preferente hacia temas como la anatomía humana (avanzando en el conocimiento de los músculos, el ojo o la circulación de la sangre), la zoología (con especial atención a los mecanismos de vuelo de aves e insectos), la geología (con certeras observaciones sobre el origen de los fósiles), la astronomía (terreno en el que se anticipó a Galileo al defender que la Tierra era sólo un planeta del Sistema Solar), la física o la ingeniería.
En este último terreno fue donde quedó más patente su talento de precursor a juicio de las generaciones posteriores, ya que Leonardo concibió multitud de máquinas que no dio a conocer entre sus contemporáneos y que la técnica ha acabado por convertir en realidad siglos más tarde: aparatos de navegación (como un submarino, una campana de buceo y un salvavidas), máquinas voladoras (como el paracaídas, una especie de helicóptero y unas alas inspiradas en las de las aves para hacer volar a un hombre), máquinas de guerra (como un puente portátil y un anticipo del carro de combate del siglo xx), obras de ingeniería civil, máquinas herramietas, fortificaciones, etcétera.
Sin embargo, el genio de Leonardo le encaminó a tal cantidad de objetivos diferentes que apenas ejerció influencia sobre la marcha de los distintos campos que tocó (aunque sí obtuvo un gran prestigio personal, que ha perdurado hasta nuestros días): muchos de los proyectos que emprendió quedaron inacabados cuando otros nuevos atrajeron su interés; y, en cuanto a los inventos, se limitó a concebir ideas útiles, pero no se esforzó por plasmarlas en modelos viables que pudieran funcionar, por lo que la mayoría de sus investigaciones fueron especulaciones teóricas sin consecuencias prácticas. En ellas se concentró a partir de 1516 cuando, con las manos afectadas por una parálisis, pasó a vivir en Francia bajo la protección de Francisco I

Juan Sebastián Elcano:


Juan Sebastián Elcano, (1476-1526), navegante y descubridor español que consiguió dar la primera vuelta al mundo y demostrar así la esfericidad de la Tierra. Elcano nació en Guetaria (Guipúzcoa). Enrolado desde su juventud en barcos pesqueros y comerciales, tenía una gran experiencia marinera. En 1509 tomó parte en la expedición militar dirigida por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros contra Argel. A su regreso se estableció en Sevilla, donde tuvo conocimiento del proyecto del portugués Fernando de Magallanes para descubrir una ruta por occidente, a través de un paso o estrecho por el sur de América, que llevara a las islas de las especias sin atravesar por dominios portugueses.Elcano se alistó en 1519 como contramaestre de la nave Concepción con la expedición de Magallanes. Con toda la Armada, cruzó el océano Atlántico y se dirigió a Sudamérica. Invernó en la bahía de San Julián, en la Patagonia, donde hubo un intento de sublevación cuya causa apoyó Elcano. El 21 de octubre de 1520 se adentraron en el deseado estrecho al que Magallanes bautizó de Todos los Santos. El 28 de noviembre salieron al mar del Sur, al que denominaron con el nombre de mar Pacífico o mar de las Damas por los suaves vientos alisios que soplaban. Por él navegaron durante tres meses en condiciones calamitosas al carecer la tripulación de agua y provisiones frescas y, en consecuencia, padecieron de escorbuto. El 24 de enero de 1521 llegaron a las islas Marianas o de los Ladrones. Muerto Magallanes en las Filipinas, Elcano, al mando de la expedición, se dirigió a las Molucas, a donde llegó a finales de 1521. Allí, en la isla de Tidore, cargó un importante cargamento de especias, con lo que se cumplió el objetivo del viaje. La proximidad de los portugueses, dueños comerciales de la zona, le hizo poner rumbo al oeste. Arribó a la isla de Timor (1522) donde supo de la existencia de otras tierras e islas, las actuales China, Java e Indonesia. Ya sólo con la nave Victoria cruzó el océano Índico, dobló el cabo de Buena Esperanza (mayo de 1522) en el sur de África y, poniendo rumbo al norte, llegaron a las islas de Cabo Verde, que pertenecían a la Corona portuguesa. Aquí supieron que llevaban un día de retraso como consecuencia de haber navegado de Este a Oeste, dando la vuelta a la Tierra. Por fin, después de tres años y catorce días de navegación, el 6 de septiembre de 1522 la expedición al mando de Elcano, tras recorrer 14.000 leguas, entraba en el Puerto de Santa María con sólo 18 hombres y la nave Victoria, la única que quedaba, cargada de especias. El emperador Carlos V (Carlos I de España) recibió a los supervivientes en Valladolid y concedió a Elcano una renta anual de 500 ducados en oro y un escudo de armas, cuya cimera era un globo terráqueo con la leyenda Primus circumdedisti me (El primero que me rodeaste). En un segundo viaje a las Molucas, Elcano murió el 4 de agosto de 1526 durante la travesía del Pacífico.

Fernando de Magallanes:


(Oporto, 1480-Mactán, Filipinas, 1521) Explorador y navegante portugués. Miembro de la nobleza portuguesa, estudió náutica y cartografía en Lisboa. A los veinticinco años, integró la expedición a la India mandada por Francisco de Almeida. En su siguiente viaje, esta vez a Marruecos y bajo las órdenes del duque de Braganza, resultó herido.
El monarca portugués, Manuel I el Afortunado, que disponía de un informe desfavorable acerca de la conducta de Magallanes en esta última misión, rechazó por dos veces un proyecto del marino para explorar nuevas rutas hacia Oriente, por lo que aquél decidió probar suerte en España. Llegó a Sevilla en octubre de 1517 y desde allí se dirigió a la corte, que a la sazón se encontraba en Valladolid. En ese mismo año contrajo matrimonio con Beatriz Barbosa, hija de un importante oficial sevillano, quien le dio un hijo varón, Rodrigo.
Magallanes tenía la convicción de que debía existir un paso al sur de la costa sudamericana para llegar a la India por occidente, paso que ya había buscado sin éxito Juan Díaz de Solís. La posibilidad de encontrar una ruta alternativa para llegar a Oriente a través del océano Atlántico era de vital interés para la monarquía española, ya que la costa africana estaba bajo el control de su principal rival en el comercio de especias, Portugal.
Tras renunciar a la nacionalidad portuguesa, y con el apoyo del astrónomo portugués Ruy de Faleiro y del obispo Fonseca, logró interesar en el proyecto al rey Carlos I, quien puso a su disposición cinco naves: Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago, con una tripulación de 270 hombres de distintas razas y nacionalidades. Fue nombrado gobernador de las tierras que pudiera descubrir y se le otorgó la veinteava parte de los eventuales beneficios de la expedición.
La flota zarpó de Sevilla en septiembre de 1519, luego de un fallido intento portugués de sabotear el viaje. Faleiro, víctima de un ataque de locura, se quedó en tierra. El contingente pasó por el archipiélago de las Canarias, siguió viaje hasta la costa del Brasil y dobló luego hacia el sur, donde exploró el estuario del Plata. En la bahía de San Julián, Patagonia, la expedición se estableció para invernar, período en el que se perdieron dos naves, una por accidente y la otra por deserción; además, el marino hubo de sofocar un motín.
Por fin, el 21 de octubre de 1520 accedieron al estrecho que lleva hoy su nombre, que les permitió contornear el continente americano, al que él denominó de «Todos los Santos». Poco más de un mes después, encontraban al otro lado un océano de aguas tranquilas (que recibiría luego el nombre de océano Pacífico), ante cuya vista el aguerrido navegante lloró de emoción.
Siguieron rumbo al norte, primero bordeando la costa de Chile para virar luego al noroeste hacia las que se conocen actualmente como islas Marianas (que ellos bautizaron como Islas de los Ladrones), sin agua potable ni provisiones frescas, y con parte de la tripulación enferma de escorbuto. La llegada a aquellas islas les permitió reabastecerse y continuar explorando otras islas que conformaban el archipiélago que hoy lleva el nombre de Filipinas.
Fue en una de ellas, Mactán, donde Magallanes cayó herido de muerte en un enfrentamiento con los indígenas, con lo que se malogró su sueño de completar el primer viaje alrededor del mundo. Esta proeza correspondió al marino de origen vasco Juan Sebastián Elcano (capitán de la nave Concepción), bajo cuyo mando la expedición completó su periplo, primero rumbo a las Molucas, para tocar tierra de España el 6 de septiembre de 1522; arribó una sola nave, con dieciocho supervivientes a bordo y un cargamento de especias.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Hernán Cortés:


Hernán Cortés:
Conquistador español de México (Medellín, Badajoz, 1485 - Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 1547). Procedente de una familia de hidalgos de Extremadura, Hernán Cortés estudió brevemente en la Universidad de Salamanca. En 1504 pasó a las Indias recién descubiertas por Colón y se estableció como escribano y terrateniente en La Española (Santo Domingo). Participó en la expedición a Cuba de 1511 como secretario del gobernador Diego Velázquez, con quien emparentó al casarse con su cuñada y que le nombró alcalde de la nueva ciudad de Santiago.
En 1518 Diego Velázquez confió a Hernán Cortés el mando de una expedición a Yucatán; sin embargo, el gobernador desconfiaba de Cortés, a quien ya había encarcelado en una ocasión acusado de conspiración, y decidió relevarle del encargo antes de partir. Advertido Cortés, aceleró la partida y se hizo a la mar antes de recibir la notificación (1519).
Con once barcos, unos seiscientos hombres, 16 caballos y 14 piezas de artillería, Hernán Cortés navegó desde Santiago a Cozumel y Tabasco; allí derrotó a los mayas y recibió -entre otros regalos- a la india doña Marina, que le serviría como amante, consejera e intérprete durante toda la campaña.
Desobedeciendo órdenes expresas del gobernador Velázquez, fundó en la costa del golfo de México la ciudad de Villa Rica de la Veracruz. Allí tuvo noticias de la existencia del imperio azteca en el interior, cuya capital se decía que guardaba grandes tesoros, y se aprestó a su conquista.
Para evitar la tentación de regresar que amenazaba a muchos de sus hombres ante la evidente inferioridad numérica, Hernán Cortés hundió sus naves en Veracruz. Logró la alianza de algunos pueblos indígenas sometidos a los aztecas, como los toltecas y tlaxcaltecas. Tras saquear Cholula, llegó a la capital azteca, Tenochtitlán, en donde fue recibido pacíficamente por el emperador Moctezuma, que se declaró vasallo del rey de Castilla. La posible identificación de los españoles con seres divinos y de Cortés con el anunciado regreso del dios Quetzalcoátl favoreció quizá esta acogida a unos extranjeros que enseguida se empezaron a comportarse como invasores ambiciosos y violentos.
Entonces tuvo que dejar la ciudad a su lugarteniente Alvarado, para hacer frente a las tropas de Pánfilo de Narváez, enviadas por el gobernador Velázquez para castigar su rebeldía y devolverle a Cuba; Cortés los derrotó en Cempoala y consiguió que se uniese a él la mayor parte del contingente (1520). Cuando regresó a Tenochtitlán, encontró una gran agitación indígena contra los españoles a causa de los ataques realizados a sus creencias y símbolos religiosos y de la matanza de sus nobles por Alvarado para desbaratar una supuesta conspiración. Hizo prisionero a Moctezuma e intentó que éste mediara para calmar a su pueblo, sin lograr otra cosa que la muerte del emperador.
Finalmente, Cortés se vio obligado a abandonar Tenochtitlán en la llamada «Noche Triste» (30 de junio de 1520), en la que su pequeño ejército resultó diezmado. Refugiado en Tlaxcala, siguió luchando contra los aztecas -ahora bajo el mando de Cuauhtémoc-, a los que derrotó en la batalla de Otumba; y, finalmente, cercó y tomó Tenochtitlán (1521). Destruida la capital azteca, reconstruyó en el mismo lugar (una isla en el centro de un lago) la ciudad española de México. Dominado el antiguo imperio azteca, lanzó expediciones hacia el sur para anexionar los territorios de Yucatán, Honduras y Guatemala.
Los detalles de la conquista de México, así como los argumentos que justificaban las decisiones de Hernán Cortés fueron expuestos en las cuatro Cartas de relación que envió al rey. En 1522 fue nombrado gobernador y capitán general de Nueva España (nombre que dieron los conquistadores al territorio mexicano). Sin embargo, la Corona española -ya en manos de Carlos I- practicó una política de recorte de los poderes de los conquistadores, para controlar más directamente las Indias; funcionarios reales aparecieron en México enviados para compartir la autoridad de Cortés hasta que, en 1528, éste fue destituido y enviado a la Península.
En España salió absuelto de todas las acusaciones e incluso fue nombrado marqués del Valle de Oaxaca, además de conservar el cargo honorífico de capitán general, aunque sin funciones gubernativas. De vuelta a México en 1530, todavía organizó algunas expediciones de conquista, como las que incorporaron a México la Baja California (1533 y 1539).
Regresó nuevamente a España para intentar obtener mercedes de la Corona por los servicios prestados, para lo cual llegó a participar en una expedición contra Argel en 1540; pero sus reclamaciones nunca obtuvieron plena satisfacción. Se instaló en un pueblo cercano a Sevilla, en donde reunió una tertulia literaria y humanística. El conquistador de México, impulsado por un gran fervor religioso -aparte de la ambición de honores y riquezas común a todos los conquistadores-, fue un hombre culto y con preocupaciones morales inusuales en su entorno.